El manuscrito de Avicena by Ezequiel Teodoro

El manuscrito de Avicena by Ezequiel Teodoro

autor:Ezequiel Teodoro
La lengua: spa
Format: epub, mobi
ISBN: 9788498025170
editor: Entrelineas Editores
publicado: 2012-01-01T05:00:00+00:00


El médico sonrió.

—Es una frase que a veces nos decíamos al despedirnos. Es de una tragedia griega... —se excusó con un leve movimiento de hombros.

Los tres permanecieron en silencio. Javier fue el primero en hablar.

—Bueno, doctor, creo que tendríamos que echar un vistazo a ese documento y ponernos manos a la obra si queremos conseguir ese manuscrito antes de encontrarnos de nuevo con...

El médico se mantenía callado. Parecía reflexionar.

—Si quieres, yo me encargaré de revisarlo —insistió Javier.

—Me parece que el doctor tiene otra opinión —dijo Alex, que por primera vez hablaba desde la llegada del agente del CNI—. Deberíamos oírle primero a él.

Javier le devolvió una mirada enfurecida. No entendía a qué se debía que esa entrometida se interpusiera entre los dos. En su opinión, no sólo era una pieza desechable sino que además les podía causar problemas, por ello había tratado de convencer al médico de que su presencia era necesariamente prescindible. Lamentablemente, éste no había querido atender sus ruegos.

—¿Qué otra opinión va a tener el doctor? Es bien fácil, su mujer le ha pedido que busquemos el manuscrito. Es la única solución para encontrarla.

—O no —sentenció el médico ante la sorpresa del agente.

—¿Cómo que no? Tu mujer ha desaparecido, nos pisan los talones terroristas y espías. No tienes otra opción que seguir adelante —dijo el agente, apelando a su sentido común.

—Tal vez aunque no estoy seguro.

El agente del CNI comprendió que no estaba siendo honesto con él, entendía sus dudas y sus miedos, y en el fondo aceptaba que no quisiera dar un paso sin haberlo meditado, pero a él le habían dado unas órdenes. Se preguntó qué hacer y en ese momento recordó a su padre. El deber antes que la devoción le había dicho en multitud de ocasiones, era una frase que odiaba, una frase que había servido a su padre, que se había interpuesto entre ambos en muchas ocasiones, si bien, reconocía, le había rescatado de algunos sitios en los que nunca debió caer. Pese a la simiente que los remordimientos alojaban en su conciencia no tenía claro a quién o qué debía lealtad.

—Puede que tengas razón, doctor. Discúlpame, no pretendía obligarte. La tensión ha podido conmigo.

—No estoy enfadado. Has sido la única persona que me ha ayudado en estos días. Sólo te debo agradecimiento..., y si de verdad crees que lo mejor para mí y mi esposa es buscar ese dichoso manuscrito, lo haré.

El agente se le quedó mirando. Disponía de la oportunidad de inclinar la balanza a su favor, simplemente tenía que decir que sí y su objetivo volvería a estar a un paso. Sin embargo, negó con un movimiento de cabeza.

—Lo que tú creas estará correcto —le contestó apenas en un susurro.

Mientras tanto, en Alex comenzaba una pugna interna. Había intervenido a favor del médico cuando creía que el agente no estaba siendo justo con él, con todo luego advirtió que si se alejaban de la posibilidad de encontrar ese manuscrito del que hablaban, también se distanciaría de la búsqueda del asesino



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